ANTONIO LUENGO-PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN CANINA LICAÓN & THAI

Qué puedo decir sobre estos perros, si nuestro primer Amstaff entró en casa a principios de los años 90.
En esa época, la gente de la calle ni sabía lo que era un American Staffordshire Terrier. Lo único que sabían era lo que veían:
un perro super alegre, cariñoso con todo el mundo, con un físico fuerte y con unos colores preciosos.
«¿Qué mezcla es?», recuerdo que me preguntaban continuamente.
También recuerdo la vergüencilla que me daba pronunciar el pomposo, largo y poco conocido nombre de su raza.

Es curioso (y muy clarificador a la postre) que las pocas personas que me cruzaba por el barrio, que sabían que mi perro pertenecía al grupo de los perros de combate o Terriers de tipo Bull, eran personas poco o nada recomendables. Eso me hizo tener que extremar las precauciones cuando paseaba por los descampados de Hortaleza, en no pocas ocasiones. De hecho, el que fuera un Amstaff y no un American Pit Bull Terrier, creo que me salvó en alguna ocasión de tener que proteger a mi amigo. «¡Bah!, eso es el Pit Bull descastao» oía que me decía esa gentuza, como diciendo que no merecía la pena intentar robármelo para utilizarlo en peleas. Yo no daba crédito y me preguntaba continuamente cómo podía existir alguien que pudiera hacer sufrir a estos maravillosos animales, haciéndolos pelear entre sí hasta matarse. Un perro que estaba siempre dispuesto a agradar, a estar con su guía, a divertirse, a jugar, a hacer ejercicio, a dar su amor incondicionalmente,… En definitiva, todo lo que se suele buscar en un animal de compañía, reunido en un sólo perro. Y aún así, existía (existe) esa gente sin escrúpulos.
Vivimos en primera persona cómo se gestaba la Ley PPP (Puta Patraña Pestilente), y cómo se estigmatizaba a ciertas razas de perros, nombrándolas como Enemigas Públicas.
Y cuando descubres (como me sucedió a mí hace muchísimos años ya) que entre los cerebros pensantes de esa Ley, había gente muy influyente del mundo del perro, con sucísimos intereses detrás, la rabia empieza a ser bastante difícil de contener.
Y ves que cada día achuchan más. Y más restricciones. Y más sanciones. Y más multas. Y más requisitos. Y MÁS MALTRATO AL PERRO.
Pero a la vez, sigues viendo que la facilidad para adquirir cualquier perro en nuestra sociedad, es pasmosa.
Da igual que peses 40Kg y que nunca hayas tenido perro, que puedes ir a comprarte un Pastor del Cáucaso si te da la gana. Da igual que no tengas recursos para mantener bien a un perro. Da igual que no tengas ni idea que quizá la raza de tu perro no es adecuada para ti.
O lo que es peor, que te importe una mierda. Lo quieres, lo tienes. Y si surge un problema, que llamen al Maestro Armero.
No hay civismo, no hay respeto, no hay sentido común. Y esto, trasladado a los perros, se convierte en un caldo de cultivo que no hace más que causar problemas que terminamos pagando todos, por la tendencia a GENERALIZAR. Esto es inherente al tema de los perros.
Pero aunque sea una obviedad, la gente no para de generalizar con los perros. Y hay que decirles que no todos los Labradores son buenos perros guía para invidentes, que no todos los Pastores Alemanes son buenos perros policía, que no todos los Golden Retriever son estupendas niñeras, que no todos los Boxer son como eternos cachorros, y por supuesto QUE NO TODOS LOS PERROS INCLUIDOS EN ESA LEY SON PELIGROSOS.
Y me refiero a PERROS como individuos, no como razas. Porque esa es la generalización que nos trae por el camino de la amargura. Y hablas con gente y escribes artículos y tratas de cambiar mentes con este tema. Pero parece que nada es suficiente.
Y ahora me encuentro con este maravilloso proyecto, «Estoy con Thai», que intenta visibilizar el MALTRATO que obligan a aplicar a sus mascotas por parte de sus propios dueños, por culpa de una Ley tan injusta como ineficaz.
Y no puedo más que rendirme a los ojos de Thai y a su rapidísima lengua, a su cola en constante movimiento y a su dulzura.
Y no puedo dejar de recordar a mi primer Amstaff, reflejado en Thai.
Un nudito en la garganta cuando me agaché a su lado y vi cómo me recibía. A mí, a un perfecto desconocido.
Pero le dio igual. Para ella, yo era una persona amable, amistosa. Me recibió sin prejuicios, sin miedo.
Tal como me gustaría que recibieran a Thai y a sus colegas incluidos en la Ley PPP. Pero no dejan que eso ocurra.
Aunque con iniciativas como esta, y con personas tan GRANDES como Ainhoa y su preciosa Maiko, se atisban posibilidades de que esto pueda mejorar algún día. Sólo dando a conocer la realidad de estos magníficos animales, podremos cambiar la situación.
Como dijo el Comandante Jaques Cousteau: «La gente protege lo que ama. Pero sólo ama lo que conoce».
Antonio Luengo Trillo
Presidente de la Asociación Canina Licaón
#estoyconthai

Te puede interesar