«He tenido sólo dos perros, un chucho de pura raza muy parecido a un Pastor Alemán que pesaba 48 kilos, y una westy igualita a los westies de pura raza de 5 kilos. Tanis el semiperro, como lo solíamos llamar haciendo un guiño a los libros de la Dragonlance, se fue al cielo de los perritos hace mucho tiempo y Pebbles, recordando a una de mis series favoritas como los Picapiedra, vive con nosotros.
Considero que he tenido 3 hijos, dos perrunos y un humano. La gente que no ha tenido perros no lo comprende, y a mí me importa un bledo lo que piensen, es mi vida y mi forma de sentir, faltaría más. Mis dos niños caninos son completamente diferentes, y no va en la raza, puesto que uno era “chucho”. Pero no podemos dar la espalda a los estudios científicos que se aplican a todos los seres vivos, y en los mismos se ha demostrado que el comportamiento de un ser vivo se rige por dos “influencias”: la genotípica y la fenotípica.
Los perros, como seres vivos, también son objeto de este estudio. Pongamos como ejemplo a Tanis, mi chuchillo: No tiene una raza protocolariamente definida, pero ha heredado los genes de sus padres y sabiendo que su madre era una chuchilla sin forma definida, el gen que le hacía parecerse a un Pastor Alemán venía del padre. De ahí las características físicas de mi Tanis. Las de conducta o fenotípicas, le fueron transmitidas por su madre humana, o como más se conoce, por su dueña, es decir, yo. Tanis fue un perro grande, que imponía y hasta podía dar miedo por su tamaño, pero su forma de ser correspondía a un cachorro adulto. Voy a tratar de describirle de forma imparcial (aunque me va a resultar difícil): era noble, muy cuidadoso con cualquier persona, juguetón, juerguista, ladraba poquísimo, tremendamente pacífico, se adaptaba a cualquier circunstancia (mis cambios de domicilio, mi embarazo, mi parto complicado, la llegada de su hermanito humano, mi separación matrimonial … ), inteligente e intuitivo. Y después de este gran esfuerzo de imparcialidad estallo si no digo que era un perro espléndido, perfecto con sus múltiples imperfecciones.
No son gratuitas estas palabras, para nada, simplemente son la consecuencia de nuestro conocimiento (mutuo) tras 12 años de convivencia.
Con ello, además de dar a conocer a mi primer perro, quiero transmitir que el perro tiene su dotación genética, es evidente, pero su comportamiento no viene de esa herencia, sino de lo que vive y de cómo lo vive. Él fue educado para ser un perro socialmente positivo, integrado en una gran ciudad como es Madrid donde conviven otros seres vivos (entre humanos, pájaros, ratas, coches y demás jungla urbanita). Jamás he tenido el más mínimo problema con él y personas que tenían miedo generalizado de los perros, como el caso de mi madre, acabaron queriéndole y comprendiendo más a los perros, es más, me atrevería a confirmar que ese miedo desapareció (y así lo he comprobado con Pebbles, aunque su aspecto no es feroz, precisamente).
Thai y yo no nos conocimos hasta minutos antes de hacernos una foto juntas, yo entré a su casa, su dominio, invadí su espacio y, a cambio, sufrí un ataque de lametazos y juegos … ¿PPP? Dios que disparate.
A veces nos preguntamos si la persona nace o se hace, sería bueno preguntarse (y responderse) lo mismo con los perros. Yo daré mi opinión: el perro se hace.
Si tenéis dudas en vuestra respuesta, consultad los miles de estudios del comportamiento y la importancia del fenotipo.»